lunes, 16 de diciembre de 2013

LINEAS DE VIDA

Tengo una gran reivindicación personal que hacerle al mundo, quiero introducir un término nuevo, el de “líneas de vida”. Y no me refiero a los anclajes que se utilizan para evitar las caídas, que nombre tan poético para algo tan material, la verdad, acabo de descubrirlo. Me refiero a las nuestras, las personales, las propias, las que se forjan con lo vivido.
Las líneas de vida se dibujan por nuestro cuerpo de mil maneras posibles, algunas de fuera a dentro, otras desde el interior, otras, las menos, las dibujan para nosotras, en ocasiones nos duermen y las diseñan sin permiso, algunas vienen y van, otras se quedan para siempre, algunas nos gusta enseñarlas, otras las ocultamos con vergüenza.
Las líneas de vida son parte de la impronta de nosotros mismos, todos las tenemos, deberíamos buscarlas, recordarlas, reconocerlas, conocernos.
Yo soy rica, tengo unas cuantas, con nombre propio, tangibles, presentes, no las tengo en venta, no las cambio por nada, son  MIAS.
Yo no tengo varices, no tengo cicatrices, yo tengo líneas de vida, te las enseño? Y luego tú enséñame las tuyas…

Yo NO tengo varices, tengo sangre azul corriendo por mis venas, soy una princesa, mi nombre lo dice. Soy la soberana de mi cuerpo y de mi mente, mando sobre mi, mi sangre real se trasparenta para decirle al mundo que soy la emperatriz de mi universo. Tengo líneas azules por todas partes, por mis piernas, corriendo por mis muslos, ¿sin permiso?, yo se lo doy, libres, como yo, visibles.

Yo NO tengo una cicatriz por mi cesárea, tengo un trazo mágico que se abrió un 17 de enero, a las nueve de la mañana, para dejar salir a la vida a mi primera hija. La mujer que abrió mi vientre, que hizo la línea, no me miro a la cara, ya no estoy molesta por ello, ahora se el porque, no hacia falta, la línea era mía, ella solo la trazaba.

Yo NO tengo dos episiotomías por mis partos, tengo dos líneas suturadas por manos expertas y suavizadas por el tiempo. Una recta y otra sinuosa, que en su momento sirvieron de baliza para que saliesen al mundo mis dos hijos varones, la comadrona sólo les ayudó a salir, pero el corte para uno y el desgarro para otro, les indicaron el camino, “por aquí pequeño, sal, mama te espera”.
Soy afortunada, cada uno de mis hijos tiene su propia línea marcada en el cuerpo de su madre.

Yo NO tengo arrugas en la comisura de mis labios, lo que tengo es el resultado de 38 años de sonrisa burlona y cómplice, como de mueca, más marcadas en un lado, porque soy asimétrica, imperfecta, nadie las tiene como yo, nadie las tiene como tú, es genial, son personales, son bellas. Las cuido cada noche, las alimento, les doy crema, pero no para borrarlas, sino para perpetuarlas.

Yo NO tengo una cicatriz en la espalda donde estaba mi epitelioma, tengo una línea de vida, de diseño personalizado. Fue creada para mí, por mi propio cuerpo, que desarrolló un pequeño tumorcito, para que luego un cirujano guapo y charlatán me lo quitase y me hiciese un zurcido, en contra de las líneas de Langer de mi cuerpo, que le dio a mi espalda un toque personal.

Yo NO tengo el alma lisa, estoy segura de que si pudiera verlo, lo tendría lleno de líneas, rectas y curvas, finas y gruesas, profundas y superficiales, grabadas a fuego o  dibujadas suavemente con un pincel. Ellas son el producto de cada uno de los acontecimientos vividos a lo largo de mi propio camino hacia la cima.

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