viernes, 30 de noviembre de 2012

MAR


Bajan las nubes,
se cubren los mares,
eso me inspira, siempre,
lo sabes.

Aleja el miedo,
con tu sonrisa,
llora gloriosa y ufana,
la alegre brisa.

Espero ansioso,
como una ola,
tu llegada, amada mía,
cual caracola.

Abrazo el aire,
que se resbala,
la bruma me envuelve, galante,
e incluso me habla.

No te demores,
mi alma lo nota
oigo tus pasos, casi vuelas,
¿serás gaviota?.

Yerra mi anhelo,
y mis sentidos
espero y no llegas, mi amada,
quizá te has ido.

¿Por que me dejas?,
¿por que te fuiste?,
espero solo y cansado, me duele
mi corazón… triste.

jueves, 29 de noviembre de 2012

TE REGALO MI TIEMPO


Es precisamente el tiempo el mayor de los tesoros.
Por eso te lo dedico y lo cedo sin mesura.
Me gustaría poder emplearlo en todas las misiones de la vida.
En ocasiones pensamos que para ser feliz hay que hacer cosas rebuscadas. Y no es así.
La felicidad esta a la vuelta de la esquina, solo hay que salir de casa, caminar en la dirección apropiada y ponerse manos a la obra.
Moverse, no pretender que venga a buscarnos a nuestra urna de cristal.
Debemos “mojarnos”, empaparnos si cabe, de las gotas de infortunio que nos rodean, y secarnos unos a otros.
Me gustaría abrir con tu llave la puerta del otro mundo. Ese en el que la gente no sufre.
No hay guerras y la gente no muere, ni es mutilada por otros que se suponen sus iguales.
No hay hambre y los niños no mueren porque sus padres no pueden alimentarlos.
No hay enfermedades, porque todo el mundo tiene asistencia sanitaria de calidad y medicamentos y cuidados profesionales.
No hay violencia, porque todos nos comunicamos, nos entendemos. Los problemas se hablan y se resuelven , se utilizan argumentos racionales. Se respetan las creencias de los demás. No se pretende imponer a nadie las ideas propias.
No hay sufrimiento, las personas no se sienten solas y desamparadas en un mundo impersonal.
No hay dolor… pero no es real.
Por eso lo miro desde el otro lado. Desde el lado de la realidad, que me permite darme a los demás.
Cada minuto invertido en una causa justa, en una persona necesitada, es una inversión de futuro. Para uno mismo y para el mundo que tenemos entre manos.
En este mundo real, lleno de conflictos entre personas, entre naciones y entre lo que queremos y lo que podemos. Hay mucho que hacer.
No podemos quedarnos contemplando la realidad a través del cristal ahumado de nuestras enormes gafas de sol de diseño italiano.
La realidad no esta teñida de humo, es tangible y dolorosamente cruda en ocasiones. Pero maravillosa siempre.
Cada mañana, pase lo que pase, sale de nuevo el sol para alumbrarnos en el camino de la solidaridad.
No hay mayor riqueza que la que se puede compartir con otros. No hay mayor placer que hacer el bien a los demás y que se beneficien de tu ayuda.
Dando tan poco recibes tanto. Hay tantas maneras de hacerlo. Infinitas.
El dinero no lo arregla todo, (aunque estropea muchas cosas), sólo es una más de las herramientas a utilizar.
Necesito saber que todo es posible, solo hay que proponérselo.
Sino en que mundo viviría.
Si nadie ayudase, me querría mudar. 

martes, 6 de noviembre de 2012

UN HADA PARA ADDAE

En un país en el que los niños no pueden creer en las hadas... vivía Addae, un pequeño de abdomen abombado y mirada triste.
Contaba con apenas tres años y en su corta vida, sólo había conocido la pena y el sufrimiento. En su país, los niños se morían por desnutrición antes de cumplir los 5 años, le quedaba poco tiempo (o no) y quería aprovecharlo.
Addae esperaba en su aldea la llegada de “la gente blanca” que traía comida y medicinas para él y sus hermanos. Su madre estaba enferma y no podía cuidarles y su padre había muerto dos años atrás, víctima de la malaria.
Estaban solos, pero cuando llegaba el camión con aquellas cajas de cartón, se le alegraba la mirada. Buscaba entre la gente a su hada.
Ella era voluntaria de la ONG que atendía a aquel grupo de niños. Les había traído unos “palitos” para colorear sobre los trozos de cartón de las cajas. Dibujaban el cielo, el sol y un mundo de color dentro de su vida en blanco y negro.
Por un instante, salían de su cautiverio y eran felices.
Addae soñaba con ir, algún día, al país de donde venía su hada, que tenía siempre una sonrisa en sus labios rosados y la piel tan blanca como la leche que había tomado del pecho de su madre.
En un país en el que los niños no pueden creer en las hadas, Addae sabía que tenía a un hada sólo para EL.