martes, 6 de noviembre de 2012

UN HADA PARA ADDAE

En un país en el que los niños no pueden creer en las hadas... vivía Addae, un pequeño de abdomen abombado y mirada triste.
Contaba con apenas tres años y en su corta vida, sólo había conocido la pena y el sufrimiento. En su país, los niños se morían por desnutrición antes de cumplir los 5 años, le quedaba poco tiempo (o no) y quería aprovecharlo.
Addae esperaba en su aldea la llegada de “la gente blanca” que traía comida y medicinas para él y sus hermanos. Su madre estaba enferma y no podía cuidarles y su padre había muerto dos años atrás, víctima de la malaria.
Estaban solos, pero cuando llegaba el camión con aquellas cajas de cartón, se le alegraba la mirada. Buscaba entre la gente a su hada.
Ella era voluntaria de la ONG que atendía a aquel grupo de niños. Les había traído unos “palitos” para colorear sobre los trozos de cartón de las cajas. Dibujaban el cielo, el sol y un mundo de color dentro de su vida en blanco y negro.
Por un instante, salían de su cautiverio y eran felices.
Addae soñaba con ir, algún día, al país de donde venía su hada, que tenía siempre una sonrisa en sus labios rosados y la piel tan blanca como la leche que había tomado del pecho de su madre.
En un país en el que los niños no pueden creer en las hadas, Addae sabía que tenía a un hada sólo para EL.

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